Valores humanos

Los valores humanos son los principios morales compartidos que guían las vidas de las personas individualmente. Si bien estos valores deben ser desarrollados individualmente, al mismo tiempo se van configurando de forma compartida en el timepo, insertados en una cultura y sociedad concretas y generalmente transmitidos de generación en generaciópmn. La relevancia y fuerza de estos valores es tanto mayor cuanto más compartidos sean; así, en la cúspide de los valores humanos encontramos los valores universales, aqueelos que son reconocidos por todas las personas en general, independientemente de su origen o condición. No es fácil dar una lista exhaustiva, pero se puede afirmar que generalmente se consideran valores humanos la justicia, la paz, la solidaridad, la lealdad, el amor, la verdad y el esfuerzo. 

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Facticidad

La facticidad es la característica de aquello existe como hecho real, de forma contingente, temporal o histórica. Es frecuente discutir la facticidad de ciertos conceptos, esto es, sobre si estos corresponden a un hecho más o menos verificable, o por el contrario se trata más bien de un constructo teórico sin base real alguna. 

Inteligencia ordenadora

La inteligencia ordenadora es un concepto de la antigua filosofía griega y desarrollado sobre todo por Anaxágoras y Platón, indicando la fuerza, causa o voluntad que a partir de una materia, substancia o elementos primigenios, establece un orden en el caos primordial dando lugar al cosmos o universo ordenado. En el caso de Anaxágoras, la inteligencia ordenadora es el nous, que a partir de las semillas originales (spermata), y mediante un movimiento de rotación, da lugar al mundo como lo conocemos. Para Platón debe haber una inteligencia ordenadora que haya dado orden a las cosas del mundo y la identifica con el demiurgo, concepto que ya existía en la filosfía griega, con el siginficado de artesano o productor, pero que Platón redefine como inteligencia ogenio ordenador del mundo. En todo caso, no debe identificarse la inteligencia ordenadora con Dios, ya que la inteligencia ordenadora únicamente sería la fuerza que da orden al mundo, a partir de unos elementos que ya existen pero en forma de caos o desorden.

La Ciudad de Dios (Agustín de Hipona): ciudad celeste y ciudad terrenal

La ciudad de Dios es el nombre de la obra escrita por Agustín de Hipona (354-430), con el título original en latín De civitate dei contra paganos, en el que aborda su visión filosófica de la historia. En esta obra, el filósofo distingue entre la ciudad terrenal que, siempre desde el cristianismo, está formada por los paganos que viven contra Dios a través del egoísmo e idolatría, por un lado, que se ha identificado a veces ocn el Estado o el Imperio Romano de la época, y la ciudad celeste, por otro, o formada por los creyentes que viven por el amor a Dios, la iglesia en el mundo, ambas en constante conflicto y choque, aunque actúan al mismo tiempo confundidos, ya que en la propia iglesia de cada momento existen justos e injustos, buenos y malos. Naturalmente, estas ciudades deben entenderse en sentido metafórico, no como ciudades verdaderas, sino como situaciones espirituales. 

A través de este dialéctica entre ciudades, Agustín de Hipona afirma la evolución lineal de la historia, que culminará en la ciudad de Dios, a diferencia de las historias cíclicas de Oriente y otras filosofías, y plantea la historia y la política en forma lucha entre el amor a Dios y el amor a los bienes materiales de la tierra. Diríase, pues, que la obra filosófica La ciudad de Dios es una cosmovisión o concepción del mundo completa, que indica cómo el mundo y la historia evolucionan. Más concretamente, según Agustín de Hipona, la Ciudad de Dios será la que prevalecerá tras triunfar la ciudad celestial, con el fin de los tiempos, siempre metafóricamente, formada por los ángeles y resucitados a los que se dará vida eterna, en contraposición al infierno. 

Vida contemplativa

El ideal de vida contemplativa fue desarrollado por Platón como vida dedidada a la busqueda de la verdad, al conocimiento, contrapuesta a la vida de los placeres o que persigue el lucro, como explicó en el Fedón, o como vida superior, alejada de los hombre y del mundo y que mira a los dioses. El concepto fue desarrollado más tarde en el diálogo  La República, como vida filosófica ya no en contraposición a la vida activa, práctica o política, sino como base para esta última, a la que complementa, para desarrollar luego la figura del rey filósofo como aquel que desde la sabiduría adquirida en la vida filosófica desciende al mundo para gobernar la polis.

Desde la vivencia religiosa, la vida contemplativa hace referencia a la vida consagrada que desarrollan los religiosos que se recluyen en los monasterios y comunidades religiosas persiguiendo una vida de sabiduría y búsqueda de la verdad, pero en el sentido divino, con el fin último de llegar a la verdad de Dios, desde el retiro del mundo, el ascetismo, la adoración y la oración. 

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