Racionalismo

En filosofía, el racionalismo es una corriente epistemológica principal que afirma que la formación del conocimiento se basa en la razón, fundamentalmente por deducción o intuición. Así, el racionalismo es una corriente contra el empirismo, como corriente que afirma que es la experiencia la fuente principal del conocimiento. En este sentido, según los racionalistas, el conocimiento y las ideas y conceptos que lo componen son siempre propios o originales, a menudo innatos, y no deben basarse en la experiencia, que además siempre es variable y dependiente del estado psicológico del sujeto. El racionalismo se desarrolló a lo largo de los siglos XVI-XVIII, especialmente en la Europa continental, mientras que en Gran Bretaña se desarrollaba el empirismo, y sus principales representantes fueron René Descartes (1596-1650), Baruch Spinoza (1632-1677) y Gottfried Leibniz (1646-1716).

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Mal absoluto

El concepto de mal absoluto o mal radical, mas allá de su acepción común y corriente de mal extremo o mal sin límites y dada su transcendencia y su repercusión en la vida de la persona, plantea la necesidad de análisis a nivel filosófico en relación a la naturaleza y origen de ese mal. Fundamentalmente dos han sido los filósofos que han reflexionado sobre estos aspectos: Immanuel Kant (1724-1804) y Hannah Arendt (1906-1975), esta última sobre todo a la violencia y maldad extrema del nazismo. Kant afirmó que los seres humanos desarrollamos tendencias tanto hacia al bien como hacia el mal; entre esas razones y variantes de mal, el grado más extremo correspondería al de la perversidad, como resultado de subordinar la decisión de si una actuación es moral o no a intereses y principios ajenos a la moral (por ejemplo, principios económicos o biológicos), de modo que el mal absoluto surgiría de la destrucción de la voluntad como expresión genuina de la razón. Desde este punto de vista, Kant rechazaría la existencia de personas que se guían por la perversidad como elección, al contrario, la perversidad sería una falla, una grieta en la razón humana.

Por su parte, Hannah Arendt realizó un análisis mas sociológico y político que antropológico, en relación al desarollo del mal absoluto, que ella dió en llamar banalidad del mal. Para la filósofa, que sufrió en primera persona los zarpazos del nazismo, la fuente y origen del mal absoluto provendría de los totalitarismos como ideologías  y sistemas políticos, racionales y corruptos a la vez, banales y perversos al mismo tiempo. Arendt puso el acento además en la reflexión sobre lo ilimitado e insoportable del mal absoluto, afirmando que desde esa definición el mal absoluto debe ser imperdonable, precisamente por hallarse fuera de todo límite o atisbo de humanidad. Sin embargo, su valoración sobre la maldad de individuos en concreto, sobre todo en relación a los asesinos nazis y especialmente al criminal de guerra de las SS Adolf Eichmann, apresado por el servicio secreto israelí en 1960 y cuyo juicio donde se le dictó pena de muerte siguió y analizó, era ambigua en el sentido de que los exculpaba de la maldad de sus actos y los considerada meros funcionarios al servicio de un sistema totalitario, que cumplían a rajatabla y con perfecta eficiencia con los atroces actos que se les encomendaban. De ahí su conocidad expresión valorativa del mal absoluto como banalidad del mal.

Idea del Bien (Platón)

En la teoría de las ideas de Platón, todas las ideas están organizadas y graduadas, lo mismo que las ramas y las hojas que se extienden por el tronco de un árbol; por ejemplo, por encima de la idea de asno sería más general la idea de animal, y por encima de la idea de animal, la idea de ser. Así llegaríamos por fin a la idea suprema, la idea del Bien. Para Platón y para los griegos de su tiempo el Bien no es sólo el bien moral, sino el principio de que todo está en su lugar, que es como debe ser. En este sentido, diríamos que la idea de Bien es la idea de que todas las demás ideas están fijas y definidas, como fundamento último de las otras ideas, que hace que aquellas sean fijas, al contrario de la variabilidad que se produce en el mundo sensible. Para explicar el Bien, Platón usa el símil del Sol: como el Sol, el Bien ilumina todas las demás ideas, y pone en evidencia todas las demás ideas a nuestra vista o a nuestra mente.

Referente empírico

El referente empírico es el conjunto de elementos de la realidad que serán objeto de investigación, sin interpretaciones teóricas sobre ellos pero definidas con precisión mediante una adecuada conceptualización. De los elementos que constituyen el referente empírico se establecerán características comunes, dejando a un lado las específicas o particualres, con el objetivo de desarrollar leyes nomotéticas.

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